lunes, 29 de marzo de 2010

Crimen y castigo

Hace cuarenta años la sierra de Guara fue vaciada de la gente que durante siglos la habitó, la cuidó y la conservó. Ahora, convertida en nada, con sus chamineras espaldadas para siempre, no queda vida, sólo silencio, sólo unas piedras sillares como testigos mudos guardan la memoria de haber sido algún día. El forzado abandono al que obligó la Administración redujo a la edad de piedra a los pocos hombres que se resistían. Sin comunicaciones -a veces una pista, muchas veces ni eso-, sin luz, sin maestro, sin cura, sin agua, sólos... quedarse clavado allí en un país que caminaba hacia el desarrollo era despeñarse hacía el neolítico. Y la gente marchó.

El Patrimonio Forestal del Estado se lanzó entonces a repoblar con pinos aquellas soledades, ahora una investigación revela el estado crítico de la vegetación autóctona del prepirineo aragonés.

Quien conozca la Sierra de Guara sabe lo difícil que es llegar a los pocos pueblos en los que existe carretera, lo rodeos que hay que dar, la desidia que lo preside todo para evitar que nunca nadie desande el camino.

Se nos anuncia además con pesar que una joya del patrimonio aragonés como la Cueva de Cháves ha sido destruida. Es lógico, en una tierra vacía -como en un moderno western- solo existe una ley, la del más fuerte.

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